POTESSIMO RUBARE IL TEMPO SOLO PER UN GIORNO
Venne il giorno e atterrammo in quella calda estate in mezzo alle misure di sicurezza più severe che avessi mai visto.
Fu una giornata intensa di presentazioni e scambi di opinioni. C'erano persone provenienti da quasi tutti i Paesi in cui Generali opera nel settore aziendale: ebrei, musulmani, cattolici, protestanti, non credenti. Durante le pause ci siamo scambiati informazioni sulle nostre rispettive culture, sul cibo tipico, sul calcio (stava iniziando la Coppa del Mondo, che alla fine abbiamo vinto) e sul nostro tipo di attività.
L'ultimo giorno era prevista una visita a Gerusalemme, la città santa delle tre grandi religioni. Abbiamo visitato la Grande Moschea, il Muro del Pianto, la Via Dolorosa. E il Getsemani, con i suoi ulivi due volte millenari e gli echi della preghiera di Gesù. Impossibile sfuggire ai ricordi d'infanzia, ai racconti di mia nonna e ai film di Hollywood. Per un momento sono rimasto solo all'ombra della chiesa, lontano dal gruppo. Un luogo fresco e una luce cangiante sul viso. Una pace indescrivibile mi ha invaso, con un turbinio di pensieri. Dal passato e per il futuro. Ci sono voluti pochi secondi, ma sono sembrate ore. In quel luogo unico ho preso una decisione ferma e coraggiosa: affrontare con serenità qualsiasi problema futuro, sia personale che professionale, seguendo l'esempio di tanti predecessori esemplari.
Grazie a Generali e alla sua multinazionalità e diversità, ho potuto visitare un luogo unico e vivere un'esperienza personale travolgente che, a distanza di dieci anni, mi commuove ancora.
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WE COULD STEAL TIME JUST FOR ONE DAY
En 2010 tenía una gran carga de trabajo, dificultades económicas y esperábamos a nuestro segundo hijo, y de repente mi jefe me indicó que tenía que preparar un informe para un taller internacional que se iba a celebrar en Israel. Lo organizaba Migdal, aseguradora local donde Generali tenía históricamente control. Un compañero no podía ir, y yo lo haría en su lugar. Un peso más en las espaldas, pensé.
Llegó el día y aterrizamos en aquel caluroso verano entre las mayores medidas de seguridad que yo hubiera visto.
Fueron días intensos de ponencias e intercambio de opiniones. Había gente de casi todos los países en que Generali operaba en ramos corporativos: judíos, musulmanes, católicos, protestantes, no creyentes. En las pausas intercambiábamos informaciones acerca de nuestras culturas respectivas, de comidas típicas, del futbol (empezaba el mundial que al final ganamos), y de nuestro tipo de negocio. Parecía que habíamos sido compañeros de toda la vida.
El último día había prevista una visita a Jerusalén la ciudad santa de las tres grandes religiones. Visitamos la Gran Mezquita, el Muro de las Lamentaciones, la Via Dolorosa. Y Getsemaní, con sus olivos dos veces milenarios y los ecos de la oración de Jesus. Imposible sustraerse a las memorias de la infancia, a las historias de mi abuela y a las películas de Hollywood. Por un momento quedé solo apartado del grupo, a la sombra de la iglesia. Un lugar fresco y una luz tornasolada en el rostro. Me invadió una paz indescriptible, con un torbellino de pensamientos. Del pasado y para el futuro. Fueron unos segundos, pero parecieron horas. Tomé una decisión de firmeza y coraje en aquel lugar único: afrontar con tranquilidad cualquier problema futuro, fuera personal o profesional, con el ejemplo de tantos antecesores ejemplares.
Gracias a Generali y su multinacionalidad y diversidad pude visitar un lugar único y tener una experiencia personal sobrecogedora que aun diez años después me emociona.