A lifetime of memories

JOSE ANTONIO MARMOL SEPULVEDA from Generali EspañaS.A. de Seguros y Reaseguros
1992 was a very special year for Spain (the Seville Expo and the Barcelona Olympics), but what I didn't know at the time was that it was also going to be a very special year for me and my future. At the age of 22, I began to work with all the enthusiasm in the world, and soon I was lucky enough to have my colleague and friend Jesús Ariza do the same. Those were years I remember very well. We started the day very early, with little desire to talk, until one of us started whistling the song from "The Good, the Ugly and the Bad", and the other followed the tune. It was a sign that we were at the bottom of the canyon. I remember the rubber band wars with some mediators, kids like us. The indoor football games we organised with the mediators on Mondays, which gave us the energy for the whole week. I can't help but smile when I think of our friend and mediator Juan Rueda, who, during a game, tired of being teased with impossible dribbles by another mediator, gave him a kick worthy of two red cards, which sent him flying for a few moments, but fortunately without consequences. In fact, after checking that his team-mate was not injured, Juan picked up the ball and said in all seriousness: "The game is over, everyone go home" and we all followed him like lambs.

There are many memories that come to mind after more than 29 years, but there is one very special one that I would like to share with you: One day a man in his 70s came into the branch with a serious health problem. His financial situation was quite precarious and he needed to manage a benefit from a policy he had taken out when things were better. I treated him with special affection because he was a village man with little education but a heart that did not fit in his chest. A few days after submitting the paperwork, I called him to collect the cheque for his benefit. I was very surprised when he turned up with a huge casserole to thank me for the speed of the administration. I have to admit it was one of the few times I ever cried at work. He was a very humble man, without resources, going through a bad time in his life, and he was generous enough to give me a loaf of bread that he may have taken away from himself that day. I can say from experience that the most humble people are usually the most generous. Helping customers and solving their problems is our duty, and luckily sometimes someone comes along and touches your heart without you expecting it, and this fact becomes the greatest motivation, at least for me...

 

Thank you very much to everyone

 

 

 

Toda una vida de recuerdos

El año 1992 fue un año muy especial para España (La Expo de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona), pero lo que yo no sabía en aquél momento es que también lo iba a ser para mi, y para mi futuro. Con apenas 22 años empecé a trabajar con toda la ilusión del mundo y al poco tiempo tuve la suerte de que también lo hiciera mi compañero y amigo Jesús Ariza. Fueron años que recuerdo con mucho cariño. Iniciábamos la jornada muy temprano y con pocas ganas de hablar, hasta que alguno de los dos empezaba a silbar la canción de "El bueno, el feo y el malo", y el otro seguía la melodía. Era la señal de que ya estábamos al pie del cañón. Recuerdo las guerras de gomillas elásticas con algunos mediadores, en aquel entonces niñatos como nosotros. Los partidos de fútbol sala que organizábamos los lunes con los mediadores y que nos cargaban las pilas para toda la semana. No puedo evitar una sonrisa al recordar a nuestro mediador y amigo Juan Rueda, que durante un partido, cansado de que otro mediador le vacilara con regates imposibles, le propinó una patada digna de dos tarjetas rojas que le hizo volar unos instantes, aunque afortunadamente, sin consecuencias. El caso es que Juan, tras comprobar que el compañero no se había hecho daño, cogió el balón y muy serio dijo: "Se acabó el partido, todo el mundo para su casa", a lo que todos sin excepción obedecimos sumisamente siguiéndole como corderitos.

Son muchos los recuerdos que me vienen a la memoria tras más de 29 años, pero hay uno muy especial para mi, que me gustaría compartir: Un día se presentó en la sucursal un señor de unos 70 años con un problema importante de salud. Su situación económica era bastante precaria y necesitaba gestionar una prestación de una póliza que contrató cuando las cosas le iban mejor. Le tramité el asunto con especial cariño, pues era un hombre de pueblo, sin apenas formación, pero con un corazón que no le cabía en el pecho. Al par de días de entregar la documentación, le llamé para que viniese a recoger el cheque de su prestación. Mi sorpresa fue tremenda cuando se presentó en la sucursal con un pan cateto enorme, que me entregaba como agradecimiento por la rapidez de la gestión. Tengo que confesar que fue una de las pocas veces que he llorado en el trabajo. Era un hombre muy humilde, sin recursos, pasando un mal momento en su vida, y tuvo la generosidad de regalarme un pan, que posiblemente se había quitado él de comer ese día. Por experiencia, puedo decir que las personas más humildes suelen ser también las más generosas. Ayudar y solucionar los problemas de los clientes es nuestra obligación, y por suerte, en ocasiones al hacerlo llega alguien y sin esperarlo, te toca el corazón y este hecho se convierte en la mayor de las motivaciones, al menos para mi...

 

Muchas gracias a tod@s